Después de dos años de convivencia, su relación no era tan mala, pero Sumire se sentía sola por la indiferencia de su marido. Cuando me preocupaba cómo cambiar las cosas de alguna manera, mi suegro, Kazuo, me aconsejó. Sin embargo, su marido permanecía indiferente por mucho que la invitara y viceversa, Kazuo no podía quitarle los ojos de encima. Y Kazuo, que no soportaba animar a la frustrada Sumire... A partir de ese día, los dos continuaron su relación mientras le robaban los ojos a su marido. Sumire busca al hijo de su suegro, no a su marido.